domingo, 27 de marzo de 2011

Gran afluencia de público el domingo en el Santuario

El domingo 27 de Marzo de 2011 se celebró la última misa de mes del período en que Nuestra Señora de Guaditoca se encuentra en el Santuario entre las dos romerías que se celebran en su Honor. Gran afluencia de fieles devotos y hermanos de la Hermandad se ha dado cita este domingo, único domingo de Cuaresma que hemos celebrado Santa Misa en el Santuario y que ha contado con un magnífico concierto de Marchas Procesionales interpretadas por la Banda Infantil de la Escuela de Música "Vicente Amigo" de Guadalcanal. En el mismo se han interpretado piezas de gran calidad musical, como "Tus Dolores son mis Penas" o "Mater Mea" entre otras composiciones de Banda de Música. La dirección de la misma la llevó a cabo Juan Carlos Rivero García. Seguidamente se celebró la Santa Misa, cantada por nuestro Coro Romero. En la misma nuestro párroco nos ha anunciado ya lo que todos sabemos... que la próxima vez que vayamos al Santuario será para emprender camino con Nuestra Patrona hacia Guadalcanal, en la ya más cercana Romería de Abril. Finalizada la Santa Misa, como es tradición, todos los presentes han subido al Camarín de la Santísima Virgen para Besar sus Benditas Manos.

viernes, 25 de marzo de 2011

Concierto de Cuaresma y Santa Misa en el Santuario

El próximo domingo 27 de Marzo a las 12.00 de la mañana en el Santuario de Nuestra Señora de Guaditoca, la Banda Infantil de la Escuela de Música "Vicente Amigo" de Guadalcanal ofrecerá un Concierto de Marchas Procesionales con motivo de la Cuaresma. La dirección de la misma correrá a cargo de Juan Carlos Rivero García.

Seguidamente, a las 13.00 horas como es tradicional, celebraremos la Santa Misa de último domingo de mes, que ya es la última que se celebrará en el Santuario antes de la Venida de Nuestra Señora de Guaditoca a Guadalcanal con motivo de la Romería de Abril de 2011. La Eucaristía será oficiada por D. Juan Carlos de la Rosa Egea, Pbro. Párroco de Guadalcanal, y cantada por el Coro Romero "Nuestra Señora de Guaditoca".

Esperamos la asistencia de todos a estos actos en honor de Nuestra Patrona.

P.D. (El sábado 26 de Marzo la Banda de Música "Nuestra Señora de Guaditoca" de Guadalcanal ofrecerá en el Cine Teatro Municipal un Concierto de Marchas Procesionales en el que presentarán a los nuevos músicos que se han incorporado este año a la Banda. El Concierto será a beneficio del nuevo paso procesional de Jesús Resucitado de Guadalcanal. Invitamos a todos nuestros hermanos a que acudan al Cine Teatro a colaborar con esta Asociación Parroquial).

miércoles, 16 de marzo de 2011

Capítulo XIV (1ª Parte)

El siglo XIX.- La Cofradía de Valverde.- Fiesta de acción de gracias de 1806 – Rogativas – Exposición al Obispo Prior en 1824 – Las competencias entre los Curas de Santa María y Santa Ana – Obras de reparación en el Santuario – Estada de la Sma Virgen en Guadalcanal durante la guerra civil.

Llegamos a los días del siglo XIX, y en verdad que causa profunda tristeza en el ánimo el ver su obra destructora y demoledora: la labor de este siglo, tan fecundo en revoluciones, ha sido negativa: nada escapó a su impía mano, y sembrada está España de ruinas y desolaciones que marcan por todas partes la característica de este siglo.
De la Cofradía de Valverde encontramos algunas noticias de los primeros años de este siglo en el Libro de cuentas de su Hermandad. En 1801 era Mayordomo Gonzalo Dorado y fue reelegido para el siguiente año; rindió cuentas en 20 de Junio de 1802 con un saldo a favor de la Cofradía de sesenta y cuatro reales “que junto con cinco reales que le dieron de limosna, y no se acordó de ponerlos en el cargo, son los de alcance sesenta y nueve reales." Hicieron elección de cargos en el mismo día y resultaron elegidos, para Alcalde de la Cofradía Gonzalo Dorado; regidores Juan Sánchez, Juan Vasco, menor, Juan Simón Limones y Fernando Angel, menor, y Mayordomo el escribano José Durán Ortiz.
Hizo Santa Visita en Valverde Don José Casquete del Prado, del Orden de Santiago, Obispo Prior de la Real Casa de San Marcos de León y en 27 de Octubre del mismo año aprobó las cuentas de la Hermandad y al día siguiente “Concedió cuarenta días de indulgencia a todas las personas, que rezaren un Padrenuestro y Ave María al Niño Bellotero; y otros cuarenta días a los que rezaren una Salve a la Virgen de Guaditoca, que se saca a pedir por las calles de esta y otras poblaciones. Lo anoto dice el Mayordomo, para que conste; porque estuve presente cuando las citadas indulgencia fueron concedidas, pues tuve en mi casa dicho Niño Bellotero y Virgen de Guaditoca y en la misma sala donde estuvo el dicho Ilmo. Sr. Obispo.- José Durán Ortiz, escribano público de esta villa.” (88)
Desde esta Santa Visita hasta la siguiente, que fue en 1815, siguió la misma Junta de gobierno y el mismo Mayordomo por devoción y no encontramos en el Libro de cuentas otra cosa que señalar que la generosidad del Mayordomo que cede el alcance, que casi todos los años arrojan las cuentas a su favor, en beneficio de la Hermandad; y la restauración, pésima por cierto, del Niño, que se hizo en 1805, que importó “sesenta reales; pagados al dorador de Azuaga por los ojos nuevos de cristal y pestañas puestas a la imagen del Niño Bellotero, por habérsele caído los que tenía; y también por el nuevo barniz puesto en su rostro y manos, y en el pelo; sin los costos de conducción duplicada”; y la compra de un vestido de canutón para el Niño, que costó a 200 reales la vara.
En el libro de Autos Capitulares de la Villa de Guadalcanal hay una Real provisión original del Consejo de Órdenes, dada en Madrid a 14 de Agosto de 1806, concediendo la autorización que habían pedido D. Ramón Reylló, D. Juan Fernando de Castilla y Rivas, D. Juan de Ortega y Buiza, D. José Ramón de Paz, Francisco López de Rivera y Antonio Veloso, vecinos de la villa y diputados para el culto de la Imagen de nuestra Señora de Guaditoca, su patrona y tutelar, para que en el día de la fiesta de acción y de gracias que había de hacer a tan milagrosa Imagen por haber preservado al pueblo del contagio que se padeció últimamente en la Ciudad de Málaga y sus inmediaciones, se pueda tener función de fuegos artificiales; puso como condición el Consejo “que sean moderados y que haya de guardarse el mejor orden, evitándose toda ocasión de disgusto o desgracia; en inteligencia de que si se verificase han de quedar responsables a las resultas, así el Corregidor como los Capitulares del Ayuntamiento y los diputados de la fiesta”. En 21 de Agosto mandó cumplir, por su parte, el Corregidor la Real provisión; y en 21 del mismo mes se dio cuenta al Ayuntamiento.
De los aciagos días de la invasión francesa, no hemos encontrado otra noticia que la referente a la incautación de la plata de las Iglesias de la Villa, mandada por la Junta Suprema de Extremadura.

Hay una relación dada por los Curas de las tres parroquias al Provisor de Llerena en 1814 de las alhajas de las parroquias, conventos, iglesias y cofradías de las que se incautaron los presbíteros D. Joaquín Arana, Capellán de San Juan de Llerena y D. Miguel Ortiz Durán, comisionados al efecto por la Junta, y consta que se llevaron del Santuario de Guaditoca la cúpula de las andas de la Virgen, que pesaba catorce libras. (89)
Por necesidad de agua acordó la Villa en 23 de Marzo de 1817 traer la venerada Imagen en rogativa; y el mismo acuerdo y por la misma causa se tomó en los años de 1820 y 1822. En el de 1819 dispuso la villa traer la Santísima Virgen para la feria, según costumbre; pero el día 27 del mismo mes se revocó su acuerdo “ante el temor de que una cuadrilla de malhechores, que suelen andar frecuentemente por el término de Azuaga y parajes inmediatos al Santuario, noticiosos de la traída de la Imagen, se arrojen a cometer los excesos que acostumbran, aun dentro de las poblaciones, como acaba de suceder en la Granja de Torrehermosa”.
Nueva necesidad de la misericordia de Dios para con los campos, movió al Ayuntamiento en sesión de 28 de Abril de 1824 a disponer un novenario de rogativas, y para la noche del siguiente día, primero de la novena, dispuso una procesión de penitencia “que saldrá de dicha parroquia Mayor a hora de las nueve de ella, y se repetirá el domingo dos del próximo mes de Mayo a la propia hora y de igual modo, llevando la imagen de nuestra Señora en procesión por las calles que se acostumbre a hacer la de la octava del Corpus y las comunes de la villa; a cuyo acto no deberán concurrir más que los hombres con aquella modestia y devoción que corresponde: y para que algún eclesiástico pueda ir exhortando al pueblo acerca del arrepentimiento que debe tener de sus culpas y que imploren verdaderamente la divina clemencia en el grave conflicto en que nos hallamos por dicha escasez de lluvia, líbrese oficio al Sr. Vicario, Juez ecco. Ordinario de esta villa.”
La administración del Santuario a cargo de D. Francisco Ortega y Tena (90) no era la mejor; había llegado la hora de su decadencia y de ello nos da idea la solicitud dirigida en 26 de Octubre al Obispo Prior de San Marcos de León. “Los vecinos de esta villa, dice, devotos de María Santísima de Guaditoca, que abajo firmamos, a V.S. Ilma, con el debido respeto decimos: Que D. Francisco de Ortega y Tena de esta vecindad, corre con la administración de este Santuario, extramuros de esta Villa, por derecho de sangre: pero con dolor de los que representan han visto que se ha vendido una joya preciosa (91) en la villa de Cazalla para la Virgen del Monte, las piñas o perillas y el cascarón de las andas de plata: Que está la Ermita para arruinarse y que los portales, que servían para la feria, se han demolido y vendido sus materiales. El referido Santuario ha sido y es objeto de devoción de esta dicha Villa y pueblo comarcanos. Pero hay muchas limosnas detenidas, y lo más se retraen de darlas por no hacer entrega de ellas al actual mayordomo; por cuya causa el culto de la Señora decae y vendrá su Ermita a exterminarse. En buena hora que Don Francisco de Ortega y Tena continúe con el patronato que le corresponde; pero las limosnas voluntarias que ofrezcan los fieles ¿han de estar detenidas porque temen de su legítima inversión? Si hubiera un mayordomo que recaudase estos fondos, el culto de la Señora sería con el mismo fervor que hasta que ha entrado en manos del actual mayordomo; y las limosnas se aumentarían, viendo el pueblo que se distribuían en la mayor decencia y adorno de la Señora y su templo: por lo que – Suplicamos a V.S. Ilustrísima que en vista de lo expuesto, como cierto y constante, se sirva, sin perjuicio del patronato al actual poseedor, dar sus facultades para que el Cura párroco de Santa María, a quien corresponde el Santuario, o el Ayuntamiento de esta Villa nombre mayordomo que recoja las limosnas y con la debida cuenta y razón las distribuya en obsequio y culto de la Santísima Virgen de Guaditoca; favor que esperamos de la acreditada bondad y justificación de V.S. Ilustrísima.

Guadalcanal y Octubre 26 de 1824.
Ilmo. Sr. = Francisco Barrera.- Francisco Morente.- Juan Rivero.- Tomás Cordo.- José Romero.- Antonio Beloso.- Diego Flores.- José Nogales.- Francisco Rivero.- Juan Llanes.- Diego Béjar.- Diego Nuñes.- Salvador Cabeza.- Joaquín San.- Joaquín Llorca.- Joaquín de Gálvez”.
En Berlanga, estando en Santa Visita el Obispo-Prior dio comisión en 5 de Noviembre al Sr. Cura de Santa María para que comprobase los extremos de la anterior exposición (92).
No era la situación lo más a propósito para cuestiones de competencias de jurisdicción, los esfuerzos de todos, dirigidos por rectas y elevadas miras, hubieran bastado para devolver al Santuario parte, al menos, del esplendor de que gozó en el siglo anterior; lejos de eso encontramos una pendencia, que por la ocasión, y por el lugar en que se suscitó no era edificante; se volvía a las antiguas disputas sobre jurisdicción entre los Curas de Santa María y Santa Ana.
En 21 de Abril de 1826 celebró sesión el Ayuntamiento para acordar la traída de la Santa Imagen implorando del Señor remedio para la sequía que asolaba los campos. Asistían a la sesión el Cura propio de Santa Ana, D. Juan Lino Palacios, y el Ecónomo de Santa María, D. Antonio Rodríguez. El primero dijo “que no estaba conforme con la práctica observada en esta villa de pasar con Nuestra Señora de Guaditoca por su demarcación, que principia en el Convento del Espíritu Santo, donde la Señora hace descanso, con la Cruz de Santa María alzada, presidiendo su Cura o Ecónomo al Propio de la de Señora Santa Ana”; se opuso el Ecónomo a tal pretensión en fuerza de la costumbre, oponiéndose a que se “innovase cosa alguna, sin resolución superior; tan más cuanto en tal función solo el Cura y Clero de la Parroquial de Santa María son los que vienen en costumbre de traer la Señora desde su casa al citado Convento y cuando de este punto se traslada a la Parroquial de Santa María, siendo ya como procesión general, concurren todas las Comunidades con inclusión de la de Señora Santa Ana, presidiendo a todos el Párroco de Santa María, y por lo mismo entonando y haciendo las funciones de tal presidente. Después de varias contestaciones de los referidos Párrocos en respectiva oposición sobre ello, no estándose en caso de poderse con terminante resolución superior hacer declaración alguna del derecho, que pertenecer deba a cada uno de los expresados Párrocos, ni pudiéndose en la premura del indicado tiempo y de la necesidad de la traslación urgentísima de dicha Señora; el Ayuntamiento, conciliando cuanto debe en tales casos, debía acordar y acuerda: Que se siga la costumbre hasta aquí observada sin innovarse cosa alguna por los Señores dichos Párrocos que hallaban presentes; pero que esto sea y se entienda sin que este Acuerdo pueda causar el menor perjuicio, ni decir tendencia al derecho que los respectivos párrocos puedan tener en sus respectivas pretensiones acerca de las cuales se les invita a que, fuera de la presente urgencia y en término de un mes, usen de su derecho para evitar en lo sucesivo disputas como la presente, en inteligencia de que a pesar de ser peculiares de dichos interesados el uso de los recursos oportunos sobre tales pretensiones, si transcurso que sea dicho mes, no usan de ellos y se sirviesen manifestarlo a este Ayuntamiento, hará él mismo por sí el recurso de consulta sobre el particular a su alteza el Real Consejo de órdenes, suplicando al mismo tiempo, que no teniendo a bien resolverlo sin audiencia de los interesados, se digna mandar se les emplace sobre ella o disponga lo que fuere de su superior agrado".

Hoy, suprimidas las parroquias de San Sebastián y Santa Ana, han desaparecido las causas que en tiempos pasados motivaron estas cuestiones.
Alguna reparación se hizo en el Santuario por los años de 1830 al 1832, durante las cuales se recorrieron los tejados y se pusieron cristales en las ventanas del Camarín, gastándose en todo ello "diez fanegas de cal y cien clavos de alfagía; todo lo cual vino a importar mil y pico de reales, que costeó por devoción Francisco Barrera (93) La obra, pues, no paso de un ligero reparo. ¿Y el producto de la venta de la joya de la Virgen, la venera que regaló el Marqués de San Antonio, y de la parte de las andas?
Los justos lamentos y la súplica de los devotos de la Virgen no fueron por desgracia atendidos, y de día en día las cosas había de ir bajando precipitadamente por el plano inclinado en que ya se encontraban. La mano que las detuviera faltó.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Mensaje de SS. El Papa Benedicto XVI con motivo del inicio de la Cuaresma

«Con Cristo sois sepultados en el Bautismo, con él también habéis resucitado» (cf. Col 2, 12)

Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma, que nos lleva a la celebración de la Santa Pascua, es para la Iglesia un tiempo litúrgico muy valioso e importante, con vistas al cual me alegra dirigiros unas palabras específicas para que lo vivamos con el debido compromiso. La Comunidad eclesial, asidua en la oración y en la caridad operosa, mientras mira hacia el encuentro definitivo con su Esposo en la Pascua eterna, intensifica su camino de purificación en el espíritu, para obtener con más abundancia del Misterio de la redención la vida nueva en Cristo Señor (cf. Prefacio I de Cuaresma).1. Esta misma vida ya se nos transmitió el día del Bautismo, cuando «al participar de la muerte y resurrección de Cristo» comenzó para nosotros «la aventura gozosa y entusiasmante del discípulo» (Homilía en la fiesta del Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010).

San Pablo, en sus Cartas, insiste repetidamente en la comunión singular con el Hijo de Dios que se realiza en este lavacro. El hecho de que en la mayoría de los casos el Bautismo se reciba en la infancia pone de relieve que se trata de un don de Dios: nadie merece la vida eterna con sus fuerzas. La misericordia de Dios, que borra el pecado y permite vivir en la propia existencia «los mismos sentimientos que Cristo Jesús» (Flp 2, 5) se comunica al hombre gratuitamente.El Apóstol de los gentiles, en la Carta a los Filipenses, expresa el sentido de la transformación que tiene lugar al participar en la muerte y resurrección de Cristo, indicando su meta: que yo pueda «conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (Flp 3, 10-11). El Bautismo, por tanto, no es un rito del pasado sino el encuentro con Cristo que conforma toda la existencia del bautizado, le da la vida divina y lo llama a una conversión sincera, iniciada y sostenida por la Gracia, que lo lleve a alcanzar la talla adulta de Cristo.

Un nexo particular vincula al Bautismo con la Cuaresma como momento favorable para experimentar la Gracia que salva. Los Padres del Concilio Vaticano II exhortaron a todos los Pastores de la Iglesia a utilizar «con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal» (Sacrosanctum Concilium, 109). En efecto, desde siempre, la Iglesia asocia la Vigilia Pascual a la celebración del Bautismo: en este Sacramento se realiza el gran misterio por el cual el hombre muere al pecado, participa de la vida nueva en Jesucristo Resucitado y recibe el mismo espíritu de Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos (cf. Rm 8, 11). Este don gratuito debe ser reavivado en cada uno de nosotros y la Cuaresma nos ofrece un recorrido análogo al catecumenado, que para los cristianos de la Iglesia antigua, así como para los catecúmenos de hoy, es una escuela insustituible de fe y de vida cristiana: viven realmente el Bautismo como un acto decisivo para toda su existencia.2. Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor —la fiesta más gozosa y solemne de todo el Año litúrgico—, ¿qué puede haber de más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios? Por esto la Iglesia, en los textos evangélicos de los domingos de Cuaresma, nos guía a un encuentro especialmente intenso con el Señor, haciéndonos recorrer las etapas del camino de la iniciación cristiana: para los catecúmenos, en la perspectiva de recibir el Sacramento del renacimiento, y para quien está bautizado, con vistas a nuevos y decisivos pasos en el seguimiento de Cristo y en la entrega más plena a él.El primer domingo del itinerario cuaresmal subraya nuestra condición de hombre en esta tierra.

La batalla victoriosa contra las tentaciones, que da inicio a la misión de Jesús, es una invitación a tomar conciencia de la propia fragilidad para acoger la Gracia que libera del pecado e infunde nueva fuerza en Cristo, camino, verdad y vida (cf. Ordo Initiationis Christianae Adultorum, n. 25). Es una llamada decidida a recordar que la fe cristiana implica, siguiendo el ejemplo de Jesús y en unión con él, una lucha «contra los Dominadores de este mundo tenebroso» (Ef 6, 12), en el cual el diablo actúa y no se cansa, tampoco hoy, de tentar al hombre que quiere acercarse al Señor: Cristo sale victorioso, para abrir también nuestro corazón a la esperanza y guiarnos a vencer las seducciones del mal.El Evangelio de la Transfiguración del Señor pone delante de nuestros ojos la gloria de Cristo, que anticipa la resurrección y que anuncia la divinización del hombre. La comunidad cristiana toma conciencia de que es llevada, como los Apóstoles Pedro, Santiago y Juan «aparte, a un monte alto» (Mt 17, 1), para acoger nuevamente en Cristo, como hijos en el Hijo, el don de la gracia de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (v. 5). Es la invitación a alejarse del ruido de la vida diaria para sumergirse en la presencia de Dios: él quiere transmitirnos, cada día, una palabra que penetra en las profundidades de nuestro espíritu, donde discierne el bien y el mal (cf. Hb 4, 12) y fortalece la voluntad de seguir al Señor.

La petición de Jesús a la samaritana: «Dame de beber» (Jn 4, 7), que se lee en la liturgia del tercer domingo, expresa la pasión de Dios por todo hombre y quiere suscitar en nuestro corazón el deseo del don del «agua que brota para vida eterna» (v. 14): es el don del Espíritu Santo, que hace de los cristianos «adoradores verdaderos» capaces de orar al Padre «en espíritu y en verdad» (v. 23). ¡Sólo esta agua puede apagar nuestra sed de bien, de verdad y de belleza! Sólo esta agua, que nos da el Hijo, irriga los desiertos del alma inquieta e insatisfecha, «hasta que descanse en Dios», según las célebres palabras de san Agustín.El domingo del ciego de nacimiento presenta a Cristo como luz del mundo. El Evangelio nos interpela a cada uno de nosotros: «¿Tú crees en el Hijo del hombre?». «Creo, Señor» (Jn 9, 35.38), afirma con alegría el ciego de nacimiento, dando voz a todo creyente. El milagro de la curación es el signo de que Cristo, junto con la vista, quiere abrir nuestra mirada interior, para que nuestra fe sea cada vez más profunda y podamos reconocer en él a nuestro único Salvador. Él ilumina todas las oscuridades de la vida y lleva al hombre a vivir como «hijo de la luz».Cuando, en el quinto domingo, se proclama la resurrección de Lázaro, nos encontramos frente al misterio último de nuestra existencia: «Yo soy la resurrección y la vida... ¿Crees esto?» (Jn 11, 25-26). Para la comunidad cristiana es el momento de volver a poner con sinceridad, junto con Marta, toda la esperanza en Jesús de Nazaret: «Sí, Señor, yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo» (v. 27). La comunión con Cristo en esta vida nos prepara a cruzar la frontera de la muerte, para vivir sin fin en él. La fe en la resurrección de los muertos y la esperanza en la vida eterna abren nuestra mirada al sentido último de nuestra existencia: Dios ha creado al hombre para la resurrección y para la vida, y esta verdad da la dimensión auténtica y definitiva a la historia de los hombres, a su existencia personal y a su vida social, a la cultura, a la política, a la economía. Privado de la luz de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza.El recorrido cuaresmal encuentra su cumplimiento en el Triduo Pascual, en particular en la Gran Vigilia de la Noche Santa: al renovar las promesas bautismales, reafirmamos que Cristo es el Señor de nuestra vida, la vida que Dios nos comunicó cuando renacimos «del agua y del Espíritu Santo», y confirmamos de nuevo nuestro firme compromiso de corresponder a la acción de la Gracia para ser sus discípulos.3. Nuestro sumergirnos en la muerte y resurrección de Cristo mediante el sacramento del Bautismo, nos impulsa cada día a liberar nuestro corazón del peso de las cosas materiales, de un vínculo egoísta con la «tierra», que nos empobrece y nos impide estar disponibles y abiertos a Dios y al prójimo.

En Cristo, Dios se ha revelado como Amor (cf. 1 Jn 4, 7-10). La Cruz de Cristo, la «palabra de la Cruz» manifiesta el poder salvífico de Dios (cf. 1 Co 1, 18), que se da para levantar al hombre y traerle la salvación: amor en su forma más radical (cf. Enc. Deus caritas est, 12). Mediante las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, expresiones del compromiso de conversión, la Cuaresma educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo. El ayuno, que puede tener distintas motivaciones, adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nuestro «yo», para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno no tiene nada de intimista, sino que abre mayormente a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (cf. Mc 12, 31).En nuestro camino también nos encontramos ante la tentación del tener, de la avidez de dinero, que insidia el primado de Dios en nuestra vida. El afán de poseer provoca violencia, prevaricación y muerte; por esto la Iglesia, especialmente en el tiempo cuaresmal, recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir. La idolatría de los bienes, en cambio, no sólo aleja del otro, sino que despoja al hombre, lo hace infeliz, lo engaña, lo defrauda sin realizar lo que promete, porque sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, única fuente de la vida. ¿Cómo comprender la bondad paterna de Dios si el corazón está lleno de uno mismo y de los propios proyectos, con los cuales nos hacemos ilusiones de que podemos asegurar el futuro?

La tentación es pensar, como el rico de la parábola: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años... Pero Dios le dijo: “¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma”» (Lc 12, 19-20). La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia.En todo el período cuaresmal, la Iglesia nos ofrece con particular abundancia la Palabra de Dios. Meditándola e interiorizándola para vivirla diariamente, aprendemos una forma preciosa e insustituible de oración, porque la escucha atenta de Dios, que sigue hablando a nuestro corazón, alimenta el camino de fe que iniciamos en el día del Bautismo. La oración nos permite también adquirir una nueva concepción del tiempo: de hecho, sin la perspectiva de la eternidad y de la trascendencia, simplemente marca nuestros pasos hacia un horizonte que no tiene futuro. En la oración encontramos, en cambio, tiempo para Dios, para conocer que «sus palabras no pasarán» (cf. Mc 13, 31), para entrar en la íntima comunión con él que «nadie podrá quitarnos» (cf. Jn 16, 22) y que nos abre a la esperanza que no falla, a la vida eterna.En síntesis, el itinerario cuaresmal, en el cual se nos invita a contemplar el Misterio de la cruz, es «hacerme semejante a él en su muerte» (Flp 3, 10), para llevar a cabo una conversión profunda de nuestra vida: dejarnos transformar por la acción del Espíritu Santo, como san Pablo en el camino de Damasco; orientar con decisión nuestra existencia según la voluntad de Dios; liberarnos de nuestro egoísmo, superando el instinto de dominio sobre los demás y abriéndonos a la caridad de Cristo.

El período cuaresmal es el momento favorable para reconocer nuestra debilidad, acoger, con una sincera revisión de vida, la Gracia renovadora del Sacramento de la Penitencia y caminar con decisión hacia Cristo.Queridos hermanos y hermanas, mediante el encuentro personal con nuestro Redentor y mediante el ayuno, la limosna y la oración, el camino de conversión hacia la Pascua nos lleva a redescubrir nuestro Bautismo. Renovemos en esta Cuaresma la acogida de la Gracia que Dios nos dio en ese momento, para que ilumine y guíe todas nuestras acciones. Lo que el Sacramento significa y realiza estamos llamados a vivirlo cada día siguiendo a Cristo de modo cada vez más generoso y auténtico. Encomendamos nuestro itinerario a la Virgen María, que engendró al Verbo de Dios en la fe y en la carne, para sumergirnos como ella en la muerte y resurrección de su Hijo Jesús y obtener la vida eterna.

Benedicto XVI

lunes, 7 de marzo de 2011

DÉJAME (Anónimo)

Déjame Madre mía, rozar tus dedos.
Con solo eso, tendré para ir tirando
hasta el proximo més.
Con ese instante tan pequeño,
ya me voy contento, por que se
que tu quieres que vuelva otro més.
Y aquí estaré si tu lo quieres.
Si tu lo quieres Madre mía, no uno sino cien,
pero si no lo quieres, aquí me tienes.
Sin temores ni osadías, llana y simplemente.
Aqui me tienes, porqué;
¿de que serviría toda una vida amandote,
si al final no quisiera subir contigo?Donde ya todo es Luz,
Donde no hay tinieblas, ni angustia.
Donde si tu quieres estoy presto,
para por siempre ver la Luz.